Especial ::: Gabriela Mistral
El cambio de nombre del futuro Instituto Nacional de la Cultura Gabriela Mistral por el de Diego Portales decretado en el 73 por la Junta de Gobierno fue uno de los numerosos agravios que Chile le infringió a la poeta laureada con el Nobel de Literatura en 1945, aunque el peor fue sin duda el ninguneo, que hasta ahora se mantiene, de quienes se manejan en la vida cultural chilena: recibió el Premio Nacional de Literatura después de seis años de obtener el Nobel. O fue peor el hecho de que en 1979, el régimen militar había dictado el Decreto Ley 2.560, gestionado por Maximiano Errázuriz, que permitía la reproducción de la obra de la Mistral sin la autorización de la albacea, bastaba con el permiso del gobierno y que en la práctica significó que las editoriales no pagaran los derechos de autor violando de esta forma el testamento de Gabriela que indicaba que la Albacea daba los permisos y los pagos de derechos iban directo a los niños pobres de Montegrande. ("Todos los dineros que se me deban o que provengan de la venta de mis obras literarias en la América del Sur, se los lego a los niños pobres de Monte Grande").
Gabriela y Doris en visita que hicieron en conjunto a Chile.
Más grave aún resulta que en Chile 50 años después de su muerte no exista un lugar adecuado donde archivar los manuscritos de la Nobel. Doris Dana, su albacea, que murió en noviembre pasado no quiso nunca entregar los materiales que atesoraba por esta razón.
Las reparaciones.
Guillermo Scallan (37) argentino y Luis Binimelis (48) arquitecto, lograron la derogación del Decreto Ley 2.560 en el año 2003. Para gestionar eso mantuvieron varias reuniones con distintos funcionarios de gobierno, pero quien finalmente canalizó esta inquietud fue Agustín Squella, que en ese entonces oficiaba como Asesor Cultural del presidente Lagos. El diagnóstico de Squella fue claro en esos días y mantiene sus juicios hasta hoy: "Amén de constituir un disparate jurídico, uno no puede modificar un testamento por medio de una ley: el decreto desconocía la voluntad nada menos que de nuestra poetisa y Premio Nobel, y causaba agravio a su heredera y albacea, Doris Dana". Tanto así, que en mayo de 2002 Luisa Durán viajó hasta Florida para extenderle personalmente una invitación a Doris Dana para que visitara Chile. Pese a las buenas intenciones de la primera dama, la albacea declinó aceptar. Mientras no se derogara el decreto ley, ella no estaba dispuesta a pisar nuestro país, pues se sentiría traicionando a la Mistral. Siguieron reuniones de Scallan y Binimelis con el diputado Juan Pablo Letelier, y finalmente en enero de 2003 la dupla conseguía la derogación del decreto ley, con el único voto en contra de Maximiano Errázuriz.
Doris Dana, el 2003 con Guillermo Scallan
Guillermo Scallan y Luis Binimelis, de esta forma, consiguieron lo imposible: ganarse la confianza de Doris Dana, la fiel amiga y albacea de Gabriela Mistral, quien hace tres años los declaró sus representantes para América Latina. Tras la muerte de la norteamericana, a quien visitaron por última vez en el 2005, han estado en conversaciones con el alcalde de Providencia, Cristián Labbé, y con el intendente de Santiago, Víctor Barrueto, con el objeto de buscar una sede para un centro de estudios y difusión de Gabriela Mistral. Pero también están a la espera de conocer la voluntad de Doris Atkinson, la sobrina de Doris Dana y ahora nueva albacea de la Mistral, a quienes ellos conocieron en su última visita a Doris Dana en el 2005.
Doris Atkinson, ingeniera ambiental, la nueva albacea de Gabriela Mistral.
¿La Mistral no quería a Chile?
Hay mucha teoría de por que Gabriela dejó el país en 1922 y volvió pocas veces y por escaso tiempo. Para algunos, el país se le había hecho chico y estaba apartado de los centros creadores y las corrientes renovadoras (les recuerda al chino Rios?). Para otros se debió al interés por conocer el mundo y buscar nuevos desafíos, o como algunos especulan por la necesidad de vivir su supuesto lesbianismo lejos del ambiente conservador chileno. Lo cierto es que ella pasó la gran parte de su vida afuera, fue reconocida tardíamente aquí, y su obra, a diferencia a la de Neruda, nunca ha sido muy valorada. Gabriela no contó con el apoyo de un partido y un movimiento internacional para promover su obra que es mucho más que “Todos íbamos a ser reinas” o “Piececitos de Niño”. Mistral es una mujer muy difícil de resumir, con dimensiones diferentes a todo nivel, intelectual, emocional y espiritual.
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